Alerta por la explotación de turberas en Tierra del Fuego
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Restauración y conservación de turbales
Los turbales o turberas son uno de los tesoros más valiosos de la Tierra. Esos suelos tapizados por carpetas rojas y anaranjadas entre lagunas, montañas y glaciares crean un paisaje único. Estos humedales se caracterizan por tener una espesa capa de suelo húmedo compuesto por material vegetal muerto o en descomposición.
Estos ecosistemas cubren el 3% de la superficie del planeta y contienen el doble de carbono que los bosques. Eso sucede porque los turbales continuamente acumulan carbono desde hace 15 mil años y producen más materia orgánica de la que se descompone, proceso que se genera en un medio sin oxígeno que inhibe la descomposición. Por eso, en las turberas es posible encontrar plantas que vivieron hace 12 mil años.
Protegiendo los turbales podemos reducir la emisión de millones de toneladas de CO2, prevenir grandes inundaciones, conservar algunas de las zonas con mayor biodiversidad en el mundo y garantizar la seguridad del agua para millones de personas. Pero cuando estos ecosistemas se alteran o drenan, se convierten en una fuente de emisiones de gases de efecto invernadero.
En nuestro país, el 90% de los turbales se encuentra en Tierra del Fuego. El ambiente oceánico de la isla favorece a estos ecosistemas que requieren de ambientes húmedos permanentes para que la turba pueda existir. La mayoría de las turberas se desarrollaron donde hubo actividad glaciar previa.
Actualmente la mayoría de las turberas de Tierra del Fuego se encuentran en estado prístino porque están en lugares aislados sin vías de acceso, principalmente en la Península Mitre y en la Cordillera de los Andes. Sin embargo, los turbales más accesibles son los más afectados por la actividad humana.
En los años ´70 empezó la explotación de la turba para la elaboración de sustratos para germinación de plantas, floricultura y tabaco. Eran pequeños negocios familiares que crecieron a partir de los ‘90. Cuando aumentaron los pedidos de los productores para explotar turberas, la provincia realizó el ordenamiento de las concesiones extractivas y sólo se otorgaron permisos en la zona de Tolhuin, en el centro de la isla. Actualmente funcionan 36 establecimientos, de los cuales prácticamente la mitad están tecnificados lo que permite extraer la turba a mayor escala.
“Queremos alertar sobre la amenaza de que Tierra del Fuego pueda convertirse en una provincia exportadora de turba. Es un mercado que tiende a ampliarse y si se transformara en proveedor, la zona actual concesionada requeriría ser expandida, lo que está generando cierta preocupación en sectores de la población de la isla”, dijo Rodolfo Iturraspe, especialista en turberas y experto asociado a Fundación Humedales / Wetlands International.
Una turbera puede tardar entre 500 y 1.000 años en recuperarse. Lo que se extrae es la parte viva, el musgo verde de los primeros dos o tres metros de turba. Cada metro de espesor demora más de mil años en formarse porque la acumulación de la turba crece menos de un milímetro al año. Restaurar el ecosistema puede resultar mucho más costoso que lo que se obtiene por su explotación.
“Hace 50 años, cuando comenzó la actividad de extracción, no había otras alternativas de desarrollo económico. Pero hoy contamos con información y se ha desarrollado mucho el turismo. Hay que volver a pensar hasta dónde es conveniente continuar con la extracción. Se debe respetar los establecimientos existentes, pero sería bueno que no haya nuevas concesiones y que se empiece a generar conciencia en la gente sobre lo valiosas que son las turberas”, concluyó Iturraspe.