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Delta del Paraná: un complejo sistema de humedales que tenemos que cuidar

Publicado en:
  • Gestión integrada de deltas
  • Ríos y lagos

 

Para comprender el presente, hay que entender el pasado. El espacio que hoy ocupa el Delta del Paraná fue en el pasado un extenso mar. La última ingresión marina finalizó hace unos 6.500 años; desde entonces, el río continuó lentamente ampliando su delta. La expansión de las islas del Delta y su compleja ecología se desarrolló en coexistencia con los pobladores que moraban en sus costas. A lo largo de estos seis o siete milenios, los complejos sistemas de humedales brindaron los recursos necesarios para estas comunidades que supieron aprovechar la generosidad del río y aprendieron a vivir en un mundo que, de tanto en tanto, era plenamente ocupado por las aguas. Ese Delta del Paraná -que en los últimos 150 años venimos transformando- es parte del legado que estos pueblos dejaron y del cual ahora, como comunidad, somos responsables.

También el carpincho acompañó la formación de las islas del Delta cuando el mar retiró sus aguas. Este gigante entre los roedores encontró en los humedales tropicales y subtropicales, su lugar en Sudamérica. Allí viven donde haya ambientes acuáticos cercanos a zonas con forraje generoso, o sitios secos y tupidos que les sirvan de refugio. En el Delta y sus inmediaciones, los carpinchos encontraron todo cuanto necesitaban: agua en la profusa red de ríos, arroyos y humedales y vegetación en abundancia.

El Delta aún continúa su lento avance sobre el Río de la Plata. En estos tiempos ya no son pueblos dispersos los que habitan sus márgenes, sino grandes conglomerados urbanos que expanden y multiplican sus barrios sobre los humedales del Delta y las planicies de inundación de distintos ríos y arroyos tributarios del Paraná. Estas urbanizaciones transforman los humedales ribereños en tierra firme despojada de río, aunque no siempre de carpinchos. Para estos animales la cercanía a un cauce, la presencia de lagunas artificiales y grandes parquizaciones, emulan su hábitat natural.

Los carpinchos pueden adaptarse a estos cambios, pero no el río y sus humedales que funcionan como una unidad. Uno de los factores que impulsa el desarrollo de estos emprendimientos es el costo relativamente bajo de los campos inundables y el alto valor que tiene la tierra una vez que es sistematizado y eliminado el humedal natural. Podemos transformarlos en sitios cómodos para vivir o en lugares muy rentables para producir; pero al hacerlo perdemos las funciones vitales que cumplen en la ecología del río, en el estrecho vínculo que tienen con la sustentabilidad de las ciudades ribereñas y en las posibilidades que nos brindan para sostener nuestro modo de vida.

Los humedales retienen agua y la liberan de a poco, regulan el caudal del río, amortiguan las inundaciones, protegen las costas, purifican las aguas reteniendo metales pesados y nutrientes; contribuyen a la fijación de carbono y sostienen, con su alta productividad biológica, gran parte de la vida del río. Sin los humedales perdemos calidad y abundancia de un recurso vital como el agua que, en el caso del Delta del Paraná, abastece a las ciudades (y su actividad económica) en una de las zonas más densamente pobladas del país. El Delta y sus paisajes siempre estuvieron acompañados por la presencia humana, la del carpincho y la de una profusa diversidad animal y vegetal. Su comportamiento ecológico está regido por el régimen hidrológico del río y las marcadas fluctuaciones que presenta su caudal, con períodos de inundación y sequía. Acompañar esta dinámica milenaria es una necesidad imperiosa que tenemos para que el Delta del Paraná siga siendo el Delta.

El Programa Corredor Azul, de la Fundación Humedales/Wetlands International impulsa que toda esta región sea reconocida como un gran corredor de biodiversidad que ayude a sostener la conectividad biológica entre las áreas protegidas existentes. Para ello es importante que, en estas islas del Paraná, las actividades productivas sean sustentables y no alteren el escurrimiento natural de las aguas. Las economías tradicionales y el conocimiento tecnológico acumulado acreditan que es posible. Pero su instrumentación no es sólo una cuestión técnica y se trabaja en fortalecer su apropiación entre quienes viven, caminan, navegan, producen, cuidan y gestionan el territorio. Las próximas generaciones pueden recibir también un Delta del Paraná ecológicamente integrado como legado. Pero para ello es importante frenar la eliminación y degradación de sus humedales y poco a poco, devolverle al río aquello que reclama como propio.

Estrategia para la implementación del Corredor de Biodiversidad del Delta del Paraná