Incendios, sequía y una bajante extraordinaria ponen en riesgo al corredor de humedales del Delta del Paraná

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Desde hace dos años la situación del corredor fluvial Paraná-Paraguay se volvió crítica. Grandes bancos de arena donde antes había agua, sequías prolongadas e incendios fueron las imágenes que se volvieron cotidianas e impactaron en la gente. Recién en julio del año pasado el Gobierno declaró por decreto la Emergencia hídrica por 180 días en los ríos Paraná, Paraguay e Iguazú. Sin embargo, concluido ese plazo, el panorama no parece mejorar.

La situación de la bajante actualmente se agravó con las altas temperaturas, los nuevos focos de incendio y, frente a este panorama crítico, podrían aumentar las floraciones de cianobacterias tóxicas en el río, además de mortandades localizadas de peces debido a la disminución del oxígeno disuelto en el agua.

En el último informe del Grupo Intergubernamental de expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), publicado en agosto de 2021,se alertó sobre las consecuencias del cambio climático: además del aumento de la temperatura global empieza a verse  una intensificación de los ciclos hidrológicos, provocando precipitaciones e inundaciones más intensas, pero también sequías más pronunciadas, sobre todo en regiones subtropicales como la nuestra. Lamentablemente algunos de estas consecuencias ya comienzan a ser evidentes en nuestro país.

El fenómeno de la bajante de corredor Paraná-Paraguay se vincula a un espacio territorial mucho más amplio que incluye parte importante de los territorios de Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay, así como a la gestión compartida de los grandes ríos que conforman la Cuenca del Plata. Además, en los márgenes de los ríos Paraguay y Paraná se asientan muchas de las ciudades capitales y los principales conglomerados urbanos, productivos e industriales de la región. Por eso, resulta de vital importancia la coordinación entre los distintos niveles estatales para lograr una verdadera gestión integrada para el uso sostenible del recurso.

Desde el comienzo de la crisis en 2019, ya se registraron más de 300 días donde el agua estuvo debajo de los niveles de aguas bajas y, según el Instituto Nacional de Agua, no se prevén mejoras en los próximos meses. Además, el geólogo Carlos Ramonell, especialista en el tema, advirtió que  los bajos niveles que se están registrando este mes son inferiores a los que se midieron en los últimos dos veranos, lo que constituye una verdadera anomalía.

Un llamado a la acción  

Desde el punto de vista ecológico los pulsos de crecidas y bajantes son igualmente importantes. La gestión hídrica de la Cuenca del Plata se ha concebido en las últimas décadas prestando una mayor atención a las situaciones de grandes crecidas, sin contemplar medidas coordinadas para eventos de escasez hídrica. La bajante actual nos obliga a repensar estos acuerdos institucionales y a reforzar la necesidad de un enfoque de manejo integrado de la cuenca que priorice usos en situaciones de escasez y regule los caudales requeridos para las distintas actividades.

Por eso, convocamos a los tomadores de decisión a avanzar en la generación de sistemas de producción, almacenamiento, intercambio, procesamiento e interpretación interdisciplinaria de datos para traducirlos en información útil para la toma de decisiones. Para ello, sería deseable que continúen reforzándose los mecanismos de producción e intercambio de información para su integración en las políticas públicas y sectoriales que anticipen y reduzcan riesgos a futuro.

Intensificación de la bajante extraordinaria de los grandes ríos de la Cuenca del Plata

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